Schubert en su momento más intransigente y Liszt en su momento más estruendoso: no es la tarifa de todos los días para un recital de domingo por la tarde. Sin embargo, a juzgar por el espacio inusualmente lleno en la segunda sede del Festival de Verbier en la iglesia protestante, el público sabía a qué había venido. En general, lo consiguieron, con ambos cañones.
La sonata en la menor D784 aparece en el próximo álbum de Debargue, pero esta no fue una actuación de recalentamiento para estar lista. Había una fuerza ascendente inflexible en los semitemas quebradizos del movimiento de apertura, respaldada por una mano izquierda implacable. Incluso el segundo tema consolador, parecido a una campana, invitaba a una sola respuesta: un repudio de todo el dulce humor que ilumina el lado soleado del mundo de Schubert. Si el breve Andante tenía una forma excéntrica para proyectar su fantasmagórica melodía de la mano izquierda en una luz casi paródica, el enfoque encajaba con la implacable violencia de la infernal danza de la muerte del final. Fue un trabajo duro, incluso para los oyentes, y Debargue claramente tenía la intención de que lo fuera.
Por otro lado, el enfoque de bóveda de Debargue a la Sonata en si menor de Liszt abrió sus complejidades estructurales de una manera que los relatos más contemplativos y de sondeo rara vez logran. Correr octavas en la sección principal de Allegro tenía manos más viejas a mi alrededor jadeando por su audacia. El descenso inicial tuvo una sensación de poder reservado en silencio por alguien que sabe cuándo desatarlo. Este Debargue lo hizo debidamente, y la exposición torrencial al menos se ajustaba a la narrativa del nacimiento a la muerte que es una de las muchas formas de entender la pieza: el descuido de la juventud sin obstáculos. Otros han contemplado los misterios del movimiento lento con más detenimiento, y su lanzamiento despreocupado de la fuga sugirió, por una vez, que es posible que Liszt no se haya tomado a sí mismo del todo en serio. Incluso los acordes luminosamente resonantes de la coda recordaron a Richard Strauss, en Muerte y transfiguración estado de ánimo: una mente joven contemplando viejos misterios.
Mira a Lucas Debargue tocar el movimiento lento del Concierto para piano n.º 2 de Liszt, de la final del Concurso Tchaikovsky de 2015:
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Foto: © Nicolás Brodard